Me gustaría animar a todos los enfermos, a las personas que
sufren, a los médicos, enfermeras, familiares y a los voluntarios a que vean en
María, Salud de los enfermos, a aquella que es para todos los seres humanos
garante de la ternura del amor de Dios y modelo de abandono a su voluntad; y a
que siempre encuentren en la fe, alimentada por la Palabra y los Sacramentos,
la fuerza para amar a Dios y a los hermanos en la experiencia también de la
enfermedad.
Como santa Bernadette estamos bajo la mirada de María. La
humilde muchacha de Lourdes cuenta que la Virgen, a la que llamaba «la hermosa
Señora», la miraba como se mira a una persona. Estas sencillas palabras
describen la plenitud de una relación. Bernadette, pobre, analfabeta y enferma,
se siente mirada por María como persona. La hermosa Señora le habla con gran
respeto, sin lástima. Esto nos recuerda que cada paciente es y será siempre un
ser humano, y debe ser tratado en consecuencia. Los enfermos, como las personas
que tienen una discapacidad incluso muy grave, tienen una dignidad inalienable
y una misión en la vida y nunca se convierten en simples objetos, aunque a
veces puedan parecer meramente pasivos, pero en realidad nunca es así.
Bernadette, después de haber estado en la Gruta y gracias a
la oración, transforma su fragilidad en apoyo para los demás, gracias al amor
se hace capaz de enriquecer a su prójimo y, sobre todo, de ofrecer su vida por
la salvación de la humanidad. El hecho de que la hermosa Señora le pida que
rece por los pecadores, nos recuerda que los enfermos, los que sufren, no sólo
llevan consigo el deseo de curarse, sino también el de vivir la propia vida de
modo cristiano, llegando a darla como verdaderos discípulos misioneros de
Cristo. A Bernadette, María le dio la vocación de servir a los enfermos y la
llamó para que se hiciera Hermana de la Caridad, una misión que ella cumplió de
una manera tan alta que se convirtió en un modelo para todos los agentes
sanitarios.
Pidamos pues a la Inmaculada Concepción la gracia de saber
siempre ver al enfermo como a una persona que, ciertamente, necesita ayuda, a
veces incluso para las cosas más básicas, pero que también lleva consigo un don
que compartir con los demás.
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