La Iglesia entiende que los
esposos pueden desear en algún momento dentro del matrimonio, espaciar el
nacimiento de los hijos por motivos realmente graves (nunca por egoísmo o
comodidad).
La Iglesia, en estos casos
extremos, permite hacer uso de los períodos infértiles de la mujer. Es decir
permite la utilización de métodos, en los que la abstinencia en los períodos
fértiles disminuye la posibilidad de un embarazo.
Los esposos saben que en
ciertos momentos sus relaciones sexuales pueden iniciar una nueva vida. Como
padres potenciales desean lo mejor para sus hijos, y pueden llegar a existir
situaciones en la vida del matrimonio y de la familia que obliguen a los
esposos a desear retrasar un nacimiento. Nos referimos a motivos graves que no
pueden ser simplemente la comodidad, la pereza o el miedo egoísta a lo que
implica un nuevo hijo en la familia.
Por lo mismo, la Iglesia
indica que en tales casos los esposos pueden recurrir a aquellos métodos que
ayudar a conocer cuáles son los días de potencial fertilidad para evitar, en
tales días, las relaciones sexuales. Entre tales métodos tiene especial validez
el método de la ovulación o método Billings, que ayuda a los esposos a vivir la
propia sexualidad, en el máximo respeto de la dignidad de la mujer.
Es moralmente ilícito
recurrir a los métodos naturales o artificiales que impliquen negar o rechazar
la dimensión fecunda del marido y de la mujer, es decir, que permiten realizar
el acto sexual en un modo que busca solamente el placer. Son todavía más
inmorales, aquellos métodos que no sólo no impiden la fecundación, sino que
pueden ocasionar un aborto precoz.
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