Quienes vivimos en una
sociedad marcada por una espiral violenta, podemos incurrir en el pesimismo de
quienes suponen que la mejor manera de conseguir la paz es preparando la guerra
y viviendo a la defensiva. Esa mentalidad solamente nos hunde en la impotencia
y en la desesperación. Nadie puede negar el aumento de homicidios y ejecuciones
en nuestro país.
Más allá de la validez de esas estadísticas, hemos de recordar
que la violencia siempre es estéril. No podemos negar que es muy duro perdonar
a nuestros verdugos, y que resulta muy exigente interceder sinceramente por
ellos ante Dios. Sin embargo, es la paz con justicia y la compasión, lo que nos
humaniza y no la venganza ni el ajustar cuentas.
La Palabra de Dios, nos
enseña que la fuente original y la medida de la santidad están en Dios: «Sed
perfectos como es perfecto nuestro Padre celestial». Él nos inspira, y hacia Él
caminamos. El sendero se camina bajo la nueva ley, la del Amor. El amor es el
seguro conductor de nuestros ideales.
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