Para que el Sí de los esposos sea un acto
libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos
humanos y cristianos, sólidos y estables, la preparación para el matrimonio es
de primera importancia.
El matrimonio no es, para un cristiano, una simple institución social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural. Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, dice San Pablo, y, a la vez e inesperadamente, contrato que un hombre y una mujer hacen para siempre.
La mayoría de los cristianos tienen una
vocación para el matrimonio. Como vocación, el matrimonio fue establecido por
Dios y ha sido bendecido continuamente por El desde el tiempo de nuestros
primeros padres.
De todas las posibilidades de la creación, Dios eligió hacernos hombre y mujer. Dios vio que no era bueno que el hombre estuviera solo y creó una compañera para él. El plan de Dios era que cada uno le hiciera compañía al otro y buscara el bien del cónyuge. En el paraíso, Dios estableció el enlace matrimonial. Desde el principio, el matrimonio fue considerado una unión sagrada entre marido y mujer. Permaneció así hasta la venida de Cristo quien elevó esta unión a sacramento.
El matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza.
De todas las posibilidades de la creación, Dios eligió hacernos hombre y mujer. Dios vio que no era bueno que el hombre estuviera solo y creó una compañera para él. El plan de Dios era que cada uno le hiciera compañía al otro y buscara el bien del cónyuge. En el paraíso, Dios estableció el enlace matrimonial. Desde el principio, el matrimonio fue considerado una unión sagrada entre marido y mujer. Permaneció así hasta la venida de Cristo quien elevó esta unión a sacramento.
El matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza.
Así como Cristo es inseparable de la Iglesia, el
sacramento del matrimonio, contraído libremente, crea una unión inviolable
entre marido y mujer. En esta unión indisoluble, los esposos están unidos entre
sí y con Cristo, convirtiéndose en un solo cuerpo y perfeccionando el amor
humano. Marido y mujer reciben las gracias sacramentales necesarias para
realizar sus obligaciones matrimoniales.
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