El sexo es lenguaje íntimo de
relación y comunión. Hay tres niveles:
1. Físico: el sexo conduce a un placer que Dios ha querido en
vista a la comunión reciproca hombre-mujer. G.S. 19: "Los actos con que
los esposos se unen íntima y castamente entre sí, son honestos y dignos, y,
ejecutados de una manera verdaderamente humana, significan y fortalecen el don
recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa
gratitud".
2. Eros o amor de complementariedad: para que el
sexo sea verdaderamente humano debe ser instrumento de comunión y amor, de
complementariedad afectiva de masculinidad y feminidad. El sexo por el sexo
crea soledad. El placer sexual tiene que ser integrado en una norma superior,
que es la norma moral que conduce a amar al otro en cuanto es digno de ser amado, conduciendo así a la donación
mutua del amor recíproco; ni el hedonismo
ni el utilitarismo pueden
ser esta norma
superior.
3. Amor de donación o ágape: va más allá del
sexo o de la complementariedad humana hacia la donación de sí mismo; hay
momentos en que aparecen dificultades, la cruz, y el amor hace brotar la
generosidad donde estaba agotado el amor humano.
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