Esta era una niña/ con
aire de flor/ agua más que el rio/ fuego más que el sol. Vivía en el templo/
del rey Salomón/ oyendo en los salmos/ ecos de otra voz. Quemaban su pecho/ con
celeste ardor/ palabras magnificas/ silencio de Dios. “¡Oh Padre que habitas/
en alto esplendor/ envía el rocío/ del Hijo de Dios! ¡Ábrase la tierra:/ brote
el Salvador!/ ¡Lloved, rojas nubes/ al Dios de Jacob! ¡Floreced, collados/ al Justo,
al Señor/ lucero del alba/ flor de la creación!” Y al solio del Padre/ subía su
clamor/ cual nube de incienso/ plegaria sin voz./ mén.
(Liturgia de las Horas IV)
Fuente; Angelo Roncalli
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