“Yo soy el buen
pastor, conozco a mis ovejas y las mías me conocen” Este día, llamado
tradicionalmente el domingo del “buen
pastor”.
La imagen del pastor,
es tan familiar al pueblo de Dios por ejemplo (unos pastores fueron los
primeros a quienes se les comunicó la noticia de la llegada de Jesús a la
tierra), y más adelante Jesús como el buen Maestro utiliza esta figura para
recordar a sus discípulos, que el pastor conoce a sus ovejas y sus ovejas saben
reconocer la voz de su pastor.
Cristo ha dado a su
Iglesia la seguridad de la doctrina, la corriente de gracia de los sacramentos;
y ha dispuesto que haya personas para orientar, para conducir, para traer a la
memoria constantemente el camino. Gracias a los pastores que Dios quiso tener
en su rebaño nosotros somos hijos de Dios y pertenecemos al rebaño Él.
Los israelitas que
escucharon el primer discurso misionero propiamente cristiano no se
resistieron. El testimonio y la argumentación del apóstol Pedro ablandó sus corazones
y con apertura se dispusieron a dejarse orientar por sus palabras. La respuesta
del apóstol es sencilla, aunque, por otra parte, muy exigente.
La exhortación del apóstol
pedía tres cosas: arrepentirse,
bautizarse y confesar a Jesús como Mesías. Y como fruto de estas tres
acciones, se recibirá la paz del Espíritu y el perdón de los pecados. Es aquí
donde podemos recordar el mensaje del Evangelio que hemos escuchado. Jesús es el pastor, su palabra resuena a
oídos de todos, pero sólo unos cuantos logran discernir y reconocer su voz.
Tal como el mismo Señor Jesús lo aclara, él no ha venido para adueñarse de la
libertad de sus ovejas, sino para favorecerla. La vida y la libertad de las
personas son tan preciadas para él, que se decide a entregar por entero su
vida.
“La Iglesia, es el redil
y la puerta única y necesaria es Cristo. Aunque son pastores humanos quienes
gobiernan, guían a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las
guía y alimenta; Él, es la Cabeza de los pastores que dio su vida por todos.
Jesús el buen pastor,
es como el buen padre, preocupado ante todo por el bien de cada hijo, que goza
por tenerlos en casa rebosantes de salud y felices; salud y alegría que él
mismo les ha conseguido con sus cuidados paternales. Con estos mismos afectos
nos cuida el Señor.
Terminemos esta
reflexión con las palabras del Salmo “El Señor es mi Pastor/ nada me falta...Tu
bondad y tu misericordia me acompañan/ todos los días de mi vida/ y habitaré en
la casa del Señor por años sin término”. María nuestra buena madre cuida
siempre a los pastores de la Iglesia y de todo el rebaño de Dios.
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