viernes, 26 de mayo de 2017

CUAL ES EL ROL DE MARÍA EN NUESTRA SALVACIÓN


Al discutir sobre la persona y rol de María, Madre de Jesús, siempre deben ser evitados dos extremos. El primero es el que llamamos el del exceso Mariano. Esto significa poner a la Bienaventurada Virgen al nivel de lo divino, asignarle a María una naturaleza divina que le otorgue igualdad con Dios mismo. Esto, por supuesto viola la verdad revelada, la completa aunque exaltada humanidad de María. Aunque históricamente ha habido pocas ocasiones cuando la Madre de Jesús ha sido puesta como una “diosa”, no obstante, resulta un exceso Mariano que es obviamente, un grave peligro para la fe Cristiana.

El segundo extremo en relación a la persona y rol de la Bienaventurada Virgen, es lo que podemos llamar deficiencia Mariana.

Esto significa minimizar el rol de la Bienaventurada Virgen. ¿Qué se está significando con minimizar el rol de María? Sería el asignarle a María el rol de ser sólo una “buena discípula”, una “hermana del Señor”, un mero “canal físico de Jesús”, pero nada más allá de esto.

Desafortunadamente es este segundo extremo que es encontrado  hoy más ampliamente. Este extremo también viola la verdad revelada sobre la Bienaventurada Virgen, puesto que María es revelada, como hablaremos de ello, como intercesora y como Madre Espiritual. El negarle a María el rol de Madre Espiritual es negar ese aspecto tan central en su propia identidad y su relación con Cristo y su Cuerpo, la Iglesia.

Como veremos, hay ejemplos claros en la Escritura del rol de María como intercesora y Madre Espiritual en lugares tales como en las bodas de Caná, Juan 2:1, donde María intercede por el primer milagro de Jesús, lo mismo que en Juan 19:26, donde se le otorga al pie de la Cruz, el rol de Madre Espiritual de Juan, el discípulo amado, y posteriormente de todos los discípulos del Señor.

Podemos encontrar estos dos extremos, exceso Mariano y defecto Mariano, referido en una declaración del Concilio Vaticano II, en relación al balance adecuado de la devoción Mariana:

[El Sínodo] exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la divina palabra, que se abstenga con cuidado tanto de toda falsa exageración como también de una excesiva estrechez de espíritu, al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios. Cultivando el estudio de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y doctores y de las liturgias de la Iglesia, bajo la dirección del Magisterio, ilustren rectamente los dones y privilegios de la Bienaventurada Virgen, que siempre están referidos a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad. (Lumen Gentium, No. 67)

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