Segunda Epíclesis
Te pedimos humildemente que el
Espíritu Santo
congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
En esta segunda Epíclesis (Epíclesis
de Comunión), se invoca el Espíritu Santo, para que transforme y una la
comunidad. Esta invocación nos recuerda que es la fuerza salvadora de Dios que
actuó en toda la historia de la salvación, la que actúa ahora en nuestra
celebración haciendo de ella acontecimiento de salvación.
Esta es precisamente la finalidad y el
fruto de la Eucaristía: el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, para que toda la comunidad se transforme en su cuerpo
eclesial, único y lleno de los dones del Espíritu y ofrecido también al Padre
en una ofrenda permanente.
Intercesiones
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia
extendida por toda la tierra; y con el Papa N., con nuestro obispo N., y todos
los pastores de tu pueblo llévala a su perfección por la caridad.
La segunda epíclesis se
prolonga y se explicita con unas peticiones, sobre todo por la Iglesia, pero
también por la salvación de todo el mundo.
Expresan la comunión de la iglesia en la tierra, con la Iglesia del
cielo, como prolongación de la alabanza y del memorial de la Pascua y como
fruto de la actuación del Espíritu Santo en nuestra eucaristía.
La comunidad celebrante recuerda en su
plegaria a la Iglesia peregrina en este mundo, porque no celebramos la
Eucaristía como un grupo particular, sino unidos a toda la Iglesia, de modo
especial a sus pastores.
La Iglesia no es obra nuestra sino que
estamos unidos, en Cristo por el
Espíritu, a la comunidad extendida por toda la tierra, que celebra la
eucaristía como centro de su vida.
Acuérdate también de nuestros hermanos
que durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto
en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Ten misericordia de todos nosotros y así,
con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos murieron en tu
amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu hijo Jesucristo, compartir
la vida eterna y cantar tus alabanzas
Estamos también en comunión con
los difuntos, y pedimos que puedan contemplar a Dios. Expresamos también
nuestra comunión con los santos, que gozan ya de Dios, partícipes de la Pascua
definitiva de Cristo. De esta manera se produce el fruto principal de la
Eucaristía, que hemos pedido en la epíclesis: la construcción de la Iglesia
como verdadero cuerpo de Cristo, alimentada de su Cuerpo y llena de su
Espíritu, para que sea signo viviente de Cristo, en medio del mundo.
Doxología Final
Por Cristo, con el y en el, a ti, Dios
Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos. Amén.
La asamblea concluye su plegaria
alabando al Padre, por Cristo, en el espíritu Santo condensando el carácter
bendicional y de la acción de gracias de toda la Plegaria. Durante esta
alabanza, el sacerdote eleva el pan y el vino: presentamos al Padre, por el
Espíritu, a Cristo muerto y resucitado quien resume en sí mismo toda la
creación y toda la historia de la salvación. Con el Amén, toda la
comunidad celebrante expresa la acogida y el asentimiento de la Iglesia al don
de la salvación de Dios.
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