Hoy en el evangelio hemos escuchado
cómo los fariseos insistan sobre el repudio de la mujer por cualquier motivo,
pero el Señor respondió lo que estaba escrito en el Génesis, “en el principio…”
El Señor es quien lo elevará en Sacramento el matrimonio.
Entre los efectos de la gracia
sacramental del matrimonio el más característico es el perfeccionamiento del
amor conyugal. Los esposos se hacen partícipes de la alianza entre Cristo y la
Iglesia. El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y
enriquece por la virtud redentora de Cristo.
El Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevarlo con el
don especial de la gracia y la caridad.
La gracia sana el amor conyugal, y
modera y dirige a fines más altos el placer sensible, y adhiere a los cónyuges
al verdadero bien superando el egoísmo. El amor conyugal es perfeccionado desde
el interior, en su razón de amor. La
caridad no sustituye el amor conyugal, sino que lo perfecciona.
El amor conyugal, perfeccionado de
este modo, se convierte envía segura que conduce a Dios, es decir al fin de la
vida cristiana, a la unión con Dios. De
acuerdo con esta perspectiva, la paternidad y la maternidad se convierten en
una auténtica tarea que hay que realizar según el designio divino.
El matrimonio |
En este mismo relato también hemos
escuchado, el celibato por el reino de los cielos.
El matrimonio pertenece al tiempo
presente, anterior a la consumación final, en la que ya no habrá unión
conyugal, ni transmisión de la vida humana, ni enriquecimiento mutuo mediante
la recíproca donación de la propia masculinidad del hombre a la mujer y de l
apropia feminidad de la mujer al hombre.
Dice Jesús “Cuando resuciten de entre
los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como
ángeles en los cielos”[1]. Esto indica que hay una condición de
vida, sin matrimonio, en la que el hombre, varón y mujer, halla a un tiempo la
plenitud de la donación personal y de la intersubjetiva comunión de las
personas, gracias a la glorificación de todo su ser psicosomático en la unión
perenne con Dios[2].
El matrimonio no es para todos. Algunos han recibido un don todavía más
grande, el del celibato por el reino de los cielos. El celibato es un don que no se concede a
todos[3].
El celibato es un don. Pero abrazarlo
es un acto libre y sobrenatural. Libre,
porque se hace célibe. Sobrenatural,
porque es célibe por el Reino de los cielos, no por tener una visión negativa
del matrimonio. Jesús abrazó el celibato
por el Reino de los cielos. Muchos
cristianos ya en la primitiva Iglesia, imitando a Jesús, abrazaron el celibato
por el Reino de los cielos.
El matrimonio es bueno. Pero el celibato por el Reino de los cielos
es mejor. ¿Por qué? “Porque el tiempo es corto”, “porque la
apariencia de este mundo pasa”. Porque
el matrimonio forma parte de las realidades actuales que pasan, no de las
últimas.
El Concilio de Trento dice: “Si alguno
dijere que el estado conyugal debe anteponerse al estado de virginidad o de
celibato, y que no es mejor y más perfecto permanecer en virginidad o celibato
que unirse en matrimonio, sea anatema[4].
El sacerdocio |
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