Estamos
llegando a la cumbre del discurso de la Eucaristía, que la gracia de Dios nos
ayude a entender la grandeza de este sacramento.
San Gregorio de Nisa explica que el hombre tomó un alimento de muerte (con el
pecado original) y debe, por tanto, tomar una medicina que le sirva de
antídoto, como quienes han tomado algún veneno deben tomar un contraveneno.
Esta medicina de nuestra vida no es otra que el Cuerpo de Cristo, “que ha vencido
a la muerte y es la fuente de la Vida.
Jesucristo, que es Camino, Verdad y Vida, habla de sí mismo diciéndonos que es
Pan. Y el pan, como bien sabemos, se hace para comerlo. Y para comer —debemos
recordarlo— hay que tener hambre. ¿Cómo podremos entender qué significa, en el
fondo, ser cristiano, si hemos perdido el hambre de Dios? Hambre de conocerle,
hambre de tratarlo como a un buen Amigo, hambre de darlo a conocer, hambre de
compartirlo, como se comparte el pan de la mesa.
Feliz día del Señor a todos
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