En Sololá |
Hoy Celebramos
la Solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, Madre de
nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, acabado el curso de su vida en la tierra,
fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe,
recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa
Pío XII en 1950.
En la línea de la bula
Munificentissimus Deus, de mi venerado predecesor Pío XII, el concilio Vaticano
II afirma que la Virgen Inmaculada “terminada el curso de su vida en la tierra
fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo” (Lumen gentium, 59).
El dogma de la Asunción afirma que el
cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para
los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo,
para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio.
El 1 de noviembre de 1950, al definir
el dogma de la Asunción, Pío XII no quiso usar el término “resurrección” y
tomar posición con respecto a la cuestión de la muerte de la Virgen como verdad
de fe. La bula Munificentissimus Deus se limita a afirmar la elevación del
cuerpo de María a la gloria celeste, declarando esa verdad “dogma divinamente
revelado”.
Y el Catecismo de la Iglesia Católica
dice lo siguiente en el número 966, “Finalmente, la Virgen Inmaculada,
preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su
vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono por el
Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo,
Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte” (LG 59; cf. la
proclamación del dogma de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María por el
Papa Pío XII en 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen constituye
una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de
la resurrección de los demás cristianos.
En tu parto has conservado la virginidad, en tu
dormición no has abandonado el mundo, oh Madre de Dios: tú te has reunido con
la fuente de la Vida, tú que concebiste al Dios vivo y que, con tus oraciones,
librarás nuestras almas de la muerte.
!Oh Madre hermosa! interceda siempre por nuestra Diócesis de Sololá-Chimaltenango.
!Oh Madre hermosa! interceda siempre por nuestra Diócesis de Sololá-Chimaltenango.
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