El canto |
El canto sagrado, unido a las palabras, no es ya sólo un elemento accesorio, de adorno, o
de embellecimiento de la liturgia, sino que ha llegado a ser parte
necesaria e integrante de la liturgia.
“De ser considerado como humilde
sierva (Pío X), pasó a ser como nobilísima
sierva (Pío XI), llegando a adquirir el rango de ministra de la sagrada liturgia y noble ayuda para la misma (Pio
XII) hasta llegar al Vaticano II en la Sacrosantum Concilium 112, en que
adquiere el rango de munus ministeriale (la
función ministerial), habiendo desaparecido todo indicio de rebajamiento en la sacrosantum concilium, al precisar la
estrecha relación de la música con la liturgia, es decir, al considerarla un
elemento litúrgico.”
Melodía, texto y
ritmo, guardan una estrecha relación entre sí, por lo que no se pueden
considerar el texto literario, la melodía
que lo canta y el contexto celebrativo o rito en el que se canta. Se trata
sobre todo de conseguir una coherencia musical y textual entre la dignidad
literaria, el mensaje teológico que conlleva y su función litúrgica.
La liturgia al ser acción de la comunidad reunida, también
la música debe ser cosa de todos y no privilegio exclusivo del coro o de unos
cuantos.
La participación activa en la liturgia, debe concretarse
también en la participación en el canto.
Los criterios, de la renovación litúrgica, con respecto al
uso de la lengua vulgar, buscando la participación de los fieles, sencillez,
inculturación, deben aplicarse también a la música.
Con lo anterior,
se puede concluir que la música y el canto no son simple adorno añadido a la
acción litúrgica; al contrario, constituyen una realidad unitaria con la
celebración, permitiendo la profundización y la interiorización de los
misterios divinos.