En nuestra parroquia “San Francisco de Asís” (clic aquí) tuvimos la alegría de ungir a muchos de nuestros fieles, que por su avanzada edad no han asistido a la Santa Misa, fue un momento de encuentro familiar para muchos de ellos, y lo más importante es el encuentro con Jesucristo en la Santa Unción y en la Eucaristía.
La
unción de los enfermos es el sacramento que "tiene por fin conferir
una gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al
estado de enfermedad y vejez" (Catecismo, n. 1527).
Tal
como deseaba el Concilio Vaticano II (cfr. Sacrosanctum concilium, n.
73), en lugar del nombre de Extremaunción se usa ahora el de unción de los
enfermos, intentando hacer patente que no es sólo un sacramento para quienes se
encuentran en el último momento de su vida, sino para aquellos cristianos
que empiezan a estar en peligro de muerte, por enfermedad o vejez.
Se
llama ‘unción’ porque al sujeto se le unge con óleo sagrado.
LA
UNCIÓN DE LOS ENFERMOS COMO SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY
La
Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe un sacramento
especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la
Unción de los enfermos:
Esta
unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo nuestro Señor como un
sacramento del Nuevo Testamento, verdadero y propiamente dicho, insinuado por
Marcos (cfr. Mc. 6, 13), y recomendado a los fieles y promulgado por Santiago,
apóstol y hermano del Señor (Catecismo, n. 1511).
El
texto de -Sant. 5, 14-15- es citado por el Concilio como el momento
de la promulgación del sacramento: "¿Alguno de vosotros enferma? Haga
llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con óleo en
el nombre del Señor, y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor le
aliviará, y los pecados que hubiere cometido le serán perdonados".
Con
estas palabras, Santiago pone de relieve la eficacia sacramental del rito:
el perdón de los pecados y la salud corporal son producidos por un acto que en
sí mismo no tendría eficacia ni para una ni para otra cosa, si Dios no se la
hubiera dado.
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