miércoles, 13 de marzo de 2013

LOS SACRAMENTOS EN LA FAMILIA

Los Sacramentos

Todos nos lamentamos de la situación que nos toca vivir y nos alarma el hecho de que sea general, mundial. En algunos lugares, guerras entre las nación y nación; en otros, guerras entre hijos de la misma nación; miles de muertos, miles de viudas y miles de huérfanos. La sangre de muchos inocentes, como la de Abel, sigue bañando la tierra. 

En las ciudades y en los campos impera la violencia, la inseguridad, la injusticia. Unos se enriquecen en demasía con el sudor de los otros, y esas riquezas nunca van al servicio de la comunidad, sino a beneficio propio: se las malgasta en lujos y en la obtención y detención del poder para lograr el dominio sobre los demás  y poder seguirla aumentando, no importa que al lado haya hermanos sin techo, sin vestido, sin alimento. Por otro lado, los secuestros, los atracos, los robos pequeños y grandes, los asesinatos, están a la orden del día.

Si reflexionamos con cabeza fría, seguramente encontramos la respuesta, y en ella solución. Lo más seguro es que, en realidad, no somos cristianos auténticos, somos bautizados, vamos algunas veces a Misa y asistimos en los matrimonio y entierros. Pero en realidad hasta allí llegamos. En otras palabras, si nuestras prácticas de piedad y la recepción de los sacramentos no se transforman en vida, la situación seguirá siempre igual o peor.
Y el verdadero cambio consiste precisamente en la vivencia de esta fe que recibimos en el Bautismo.

Ahora bien, vivir en serio la vida cristiana no es fácil. Entonces el Señor nos proporcionó gracias especiales para vivir en serio esa vida cristiana. Son los sacramentos, es decir, signos sensibles permanentes instituidos por Jesucristo.

Pero para que tengan eficacia los sacramentos es necesario recibirlos con las debidas disposiciones, con una seria preparación, y no por conveniencia social o por costumbre.

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