lunes, 18 de marzo de 2013

JORNADA DE CONFESIONES

Damos inicio a la jornada de confesiones en nuestro decanato. Pedimos a Dios que suscite la conversión del corazón en sus fieles. Y a quienes Dios les ha dado la potestad de perdonar, la paciencia y el amor al sacramento. 

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA 

La grandeza de la misericordia de Dios se pone particularmente de relieve ante la consideración de la negatividad insondable del pecado. En efecto, la malicia que supone el quebranto de la Voluntad divina por parte de la criatura, ofende a la Majestad de Dios y alcanza por ello gravedad infinita. Sin embargo, es Dios mismo quien ofrece su perdón, porque no desea la muerte del hombre sino que se convierta de su camino y viva (Ez. 33, 11). Su inagotable misericordia obra pacientemente con vosotros, no queriendo que algunos perezcan sino que todos vengan a penitencia (I Pe. 3, 9). 

Al ofrecer su perdón, Dios pide a cambio una conversión en el interior del hombre, un cambio de vida un retornar de nuevo hacia El: y es precisamente este requerimiento divino lo que engloba el concepto de penitencia. 

NOCIÓN DE PENITENCIA 

Etimológicamente, penitencia viene del verbo latino poenitere = tener pena, dolerse, arrepentirse. En teología se usa indistintamente el término para designar tanto una virtud como un sacramento. 

a) La penitencia, virtud moral (cfr. Catecismo, nn. 1430-2). 

Como virtud, la penitencia lleva al pecador: 
a arrepentirse de los pecados cometidos, 
a tener el propósito de no volver a cometerlos, 
a imponerse por ellos el debido castigo o satisfacción. 

En el lenguaje común, al decir que alguien hace penitencia suele entenderse tan sólo la fase final de la virtud, es decir, el cumplimiento de las obras costosas impuestas como castigo. Esos sacrificios, sin embargo, no se entenderían al margen del motivo que los ocasiona: el arrepentimiento de acciones pecaminosas, que incluyen implícitamente la enmienda. Así, pues, la virtud de la penitencia en teología engloba causas y efectos, y no sólo las obras penitenciales. 

Lo propio de esta virtud es el dolor del alma que se entristece por sus pecados, y que tiene como motivo saber que son ofensas a Dios, y no, p. ej., los males que el pecado suele acarrear (cfr. S. Th. III, q. 85, ad. 2, ad. 3). Por tanto, no sería virtud la del ladrón que se arrepiente del hurto porque lo encarcelaron, o porque fue golpeado, etc. 

b) La penitencia como sacramento 

Como sacramento, la penitencia o reconciliación es uno de los siete sacramentos de la Nueva Ley instituidos por Nuestro Señor Jesucristo. 

Es ésta una verdad de fe definida por el Concilio de Trento (cfr. Dz. 911). 

De acuerdo a esta segunda acepción, el perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación (Catecismo, n. 1486). 

El sacramento de la penitencia se une íntimamente a la virtud de la penitencia, por dos razones: 
1. Porque el sacramento de la penitencia requiere, como condición necesaria para que sea válido, la virtud de la penitencia: no se daría el perdón de los pecados en la confesión, si el pecador no estuviera arrepentido de haberlos cometido. 

2. Porque el verdadero arrepentimiento de los pecados conlleva el deseo de confesarlos: se dudaría del dolor de haber ofendido a Dios si no se pusieran en práctica los medios fijados por Dios mismo para perdonar pecados.

Llegando a Paquip

El día de hoy nuestra jornada sera en la parroquia: "Nuestra Señora de Guadalupe, Xecoxol y Santo Tomás Apóstol, Paquip".

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