Francisco I |
Hermanos y hermanas, buenas tardes.
Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece
que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero
aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a
su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito,
Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la
Virgen lo proteja.
(Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre).
Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de
la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias.
Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre
por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una
gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el
cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la
evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición,
pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os
pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo,
pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de
vosotros por mí....
Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los
hombres y mujeres de buena voluntad.
(Bendición).
Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida.
Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a
la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis.
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